Te abandonas en el sueño y yo miro de frente esa parte de tu habitación donde está la oscuridad. Será posible que tu rostro se pierda en esa oscuridad, y yo me vuelva a encontrar.
Sigo a tu lado y el abismo se hace sólo un charco donde juegan nuestros mostritos.
Yo duermo, y soy vos que soñaste ese momento.
Es de día. Es un día soleado. Los álamos se aman a la vera del Carril Urquiza y es tu abuelo quien abraza al mío. Siempre pensé que compartir algo con una mujer iba a ser algo parecido a una partida de ajedrez. El uno frente al otro. Midiendo las distancias, cada uno de sus movimientos, sorprendido con sus enroques a media mañana. Escapando con el rey en las manos y los alfiles abriendo el paso a campo traviesa, entre callejones y acequias. Yo qué sé… Una torre frente a otra. Ahora sé que es otra cosa.
Es que yo estaba preparado para esperar a nadie. Después de todo yo no estaba tan errado, hoy sigue siendo una partida de ajedrez, pero somos una asociación ilícita, una campaña entre las dunas y los edificios, donde perdemos el control todo el tiempo y mueren gracias al diablo cientos de peones y caballos en la arena, pero gracias a Dios eso no nos preocupa. Porque dios no existe.
Bonnie duerme y Clide es su guarda espalda.
Clide duerme y Bonnie es su espalda.
Lo dos forman el animal de dos espaldas.
Estoy en un páramo al reparito de mi propia sombra que me ilumina con una luz negra, no digo luz mala porque que sea oscura, sino negra con todos los dientes, blancos, mostrotodopoderoso y furiosa de ternura del matogrosso.
Por mi bien espero estar en tu realidad y en su irrealidad… piensa el peón, aunque sea por toda la eternidad. Aunque sabe que eso suene a muy, pero muy poco.
La reina y el rey se miran a los ojos y caen los dos redondos al piso del tablero y se desnudan en un enroque largo volviéndose a vestir al instante para desvestirse cuando ganen las negras y pierdan las blancas… como casi en toda la noche y claro… que no se les haga tarde para la siesta y se les pase el penúltimo orgasmo que llega un ratito después, cuando mueran los alfiles y se desmadren los caballos con las torres. De todos modos ellos saben que aunque estén con todo al aire la partida seguirá sin mayores contratiempos por toda la eternidad y se ha hecho de noche otra vez y entonces vuelvo a ser ese niño que espera que la diosa kali le termine de decir la penúltima verdad frente a ese plato de soja.
Entonces se hace tan temprano en la noche que vuelvo a no tener miedo y me dejo llevar por tu piel. Ahí…donde la reina de corazones está tan cerca de la reina de corazones que no puedo verla, y sé por tu perfume que estás tan cerca y gigante que da vértigo no comerte de una buena vez, porque soy el hombre que está dormido a tu lado y vos sabes que yo no despierto a la hora que despiertan todos. Porque en mi tierra vos y yo no hemos dormido aún.
Es simplemente una partida de ajedrez que empezó mañana y que terminará alguna vez, en el ayer de otros que no somos nosotros.
Sabes perfectamente que en la vigilia de los que juegan nosotros no hemos siquiera pensado en dormir.
Sigo a tu lado y el abismo se hace sólo un charco donde juegan nuestros mostritos.
Yo duermo, y soy vos que soñaste ese momento.
Es de día. Es un día soleado. Los álamos se aman a la vera del Carril Urquiza y es tu abuelo quien abraza al mío. Siempre pensé que compartir algo con una mujer iba a ser algo parecido a una partida de ajedrez. El uno frente al otro. Midiendo las distancias, cada uno de sus movimientos, sorprendido con sus enroques a media mañana. Escapando con el rey en las manos y los alfiles abriendo el paso a campo traviesa, entre callejones y acequias. Yo qué sé… Una torre frente a otra. Ahora sé que es otra cosa.
Es que yo estaba preparado para esperar a nadie. Después de todo yo no estaba tan errado, hoy sigue siendo una partida de ajedrez, pero somos una asociación ilícita, una campaña entre las dunas y los edificios, donde perdemos el control todo el tiempo y mueren gracias al diablo cientos de peones y caballos en la arena, pero gracias a Dios eso no nos preocupa. Porque dios no existe.
Bonnie duerme y Clide es su guarda espalda.
Clide duerme y Bonnie es su espalda.
Lo dos forman el animal de dos espaldas.
Estoy en un páramo al reparito de mi propia sombra que me ilumina con una luz negra, no digo luz mala porque que sea oscura, sino negra con todos los dientes, blancos, mostrotodopoderoso y furiosa de ternura del matogrosso.
Por mi bien espero estar en tu realidad y en su irrealidad… piensa el peón, aunque sea por toda la eternidad. Aunque sabe que eso suene a muy, pero muy poco.
La reina y el rey se miran a los ojos y caen los dos redondos al piso del tablero y se desnudan en un enroque largo volviéndose a vestir al instante para desvestirse cuando ganen las negras y pierdan las blancas… como casi en toda la noche y claro… que no se les haga tarde para la siesta y se les pase el penúltimo orgasmo que llega un ratito después, cuando mueran los alfiles y se desmadren los caballos con las torres. De todos modos ellos saben que aunque estén con todo al aire la partida seguirá sin mayores contratiempos por toda la eternidad y se ha hecho de noche otra vez y entonces vuelvo a ser ese niño que espera que la diosa kali le termine de decir la penúltima verdad frente a ese plato de soja.
Entonces se hace tan temprano en la noche que vuelvo a no tener miedo y me dejo llevar por tu piel. Ahí…donde la reina de corazones está tan cerca de la reina de corazones que no puedo verla, y sé por tu perfume que estás tan cerca y gigante que da vértigo no comerte de una buena vez, porque soy el hombre que está dormido a tu lado y vos sabes que yo no despierto a la hora que despiertan todos. Porque en mi tierra vos y yo no hemos dormido aún.
Es simplemente una partida de ajedrez que empezó mañana y que terminará alguna vez, en el ayer de otros que no somos nosotros.
Sabes perfectamente que en la vigilia de los que juegan nosotros no hemos siquiera pensado en dormir.